Luis Casanova Sorolla llevó sus inquietudes artísticas a un lugar sorprendente: pinta sus cuadros utilizando los varietales para buscar diferentes colores
Ver cómo esas pinceladas empapadas en un Malbec dejan su huella en el papel, puede ser un sacrilegio para muchos. Sin embargo, nada de eso piensa Luis Casanova Sorolla, peruano, de 27 años, cuando echa mano a los tintos para colorear sus pinturas. Es más, está convencido de que el vino merece un lugar en el mundo del arte. Una técnica (así la define él) que comenzó a explorar en marzo de 2007, y que lo fue alejando cada vez más y sin pena de la acuarela y el óleo.
Caballete en mano, trotamundos, innovador e inquieto, en 2006 Luis recorrió América Latina para plasmar en óleos sus paisajes, pero fue Buenos Aires la ciudad que lo llevó a interesarse en las bondades del vino..., y de la copa pasó a la paleta. Su taller en Belgrano ofrecía una imagen inusual: botellas descorchadas por aquí y por allá, listas para que su oscuro contenido comenzara a tomar forma de cuerpos humanos y paisajes.
Todo surgió casi de casualidad, mientras hacía unas tarjetas navideñas que pensaba enviar a Perú. De golpe, sin pensarlo, alejó las acuarelas y hundió el pincel en la copa de Malbec joven que estaba tomando. Y fue amor a primera vista. "Ahí me di cuenta del enorme potencial que un tinto podía tener en la pintura."
Para lograr los tonos que busca, Casanova Sorolla necesita seis, siete y hasta más capas de vino sobre el papel, que debe ser 100 % de algodón. Y si bien asegura que hay similitudes importantes con la acuarela, destaca una diferencia clave: "La acuarela da un margen de tres o cuatro segundos para salvar un error. El vino no, porque tiñe enseguida. Si te equivocás, chau cuadro."
Tras unos años de experimentación, asegura que domina esta técnica de la que dice ser pionero. Probó con todos los varietales y sacó conclusiones: para las tonalidades de azul elige el Malbec, los rojos los consigue con el Cabernet; cuando quiere marrones echa mano al Merlot, y el Syrah le sirve para los tonos violáceos. Los blancos, en cambio, sólo los usa para bajar los tonos. "Es el mismo efecto que tiene el agua con las acuarelas", explica.
Claro que el añejamiento no sólo es importante en el momento de llevar la copa a la boca. También es fundamental cuando el vino llega al papel. "Cuantos más años de vasija tiene el vino, más fuertes las tonalidades. En mis inicios empleaba vinos de segunda prensada, económicos. Pero la diferencia con los de más nivel es abismal. Un vino de 50 pesos para arriba no sólo concentra mejor los sabores, sino tambien los colores", dice sin inmutarse.
Luis nació en Lima y a los 14 años empezó a vender sus primeras pinturas, impulsado por sus padres que desde chico le acercaban lápices y crayones para sus primeros trazos. A los 15 se radicó en Austria, se anotó en el Colegio Politécnico y luego en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Viena. Allí ingresó después de cuatro días de exámenes ante 30 profesores y de ser seleccionado, con un centenar de jóvenes, entre 2000 aspirantes.
"Todos los varietales tienen su función, como una cajita de lápices, pero si tengo que elegir uno me quedo con el Malbec, y no porque sea una cepa argentina. Me atrapó desde el comienzo, en el paladar y en el papel."
Una de sus obras preferidas es El triunfo de Baco, de Velázquez, en referencia al dios de los borrachos. "Muchos buenos tomadores de vino me han comentado la especial predilección que sienten por esa obra. Yo hice una copia de ese gran trabajo, que fue invitada a participar de la Bienal del Vino de Guadalajara (2009). Utilicé 29 vinos y todas las cepas que se producen en la Argentina", explica.
Invitado a concursos y festivales vitivinícolas y gastronómicos, si de algo disfruta Luis es pintar en público. En el Masters of Food & Wine realizado en Buenos Aires, los organizadores le entregaron un Rutini que superaba los 2000 pesos, ¡para pintar! "Es una forma de inmortalizar esos vinos en una pintura, ¿por qué no hacerlo? Eso sí, siempre y cuando me permitan soborearlo una vez terminada la obra", dice sonriente.
También con habanos
En un viaje reciente a Santo Domingo, motivado por una exposición, Luis comenzó a experimentar con nuevas materias primas: los puros."Es algo muy nuevo. Pintar con habanos es similar al proceso que se da con los vinos. Incluso estoy probando en mi taller de Viena un mix de puros con tintos que me está dando muy buenos resultados", sostiene.
Fuente: La Nación
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